La UBA cumple 200 años: sus logros, Houssay, Leloir, Milstein y una visita especial

Dueña de cinco premios Nobel, por sus claustros pasaron profesionales que nutrieron la vida argentina y cientos de miles de personas a quienes la educación les cambió la vida. Los hitos científicos y su siempre tumultuosa historia.

 


(Ricardo Braginski)
Escenario de todo tipo de discusiones apasionadas -académicas, políticas y de las otras- la Universidad de Buenos Aires sintetiza como pocos la historia del país. Por sus claustros y por sus pasillos pasaron profesionales que nutrieron la vida argentina moderna. Cinco premios Nobel, tres de ellos en ciencias (Bernardo Houssay, Federico Leloir y Cesar Milstein). Dieciocho presidentes.
Con todas sus luces y también sus sombras, la UBA es -de algún modo- la historia del esfuerzo, de la meritocracia bien entendida, donde jóvenes provenientes de cualquier familia han podido cumplir algunos de sus sueños. Y donde la ciencia argentina hizo camino, no sólo por los premios obtenidos sino también por inventos y desarrollos de repercusión global.
El intercambio internacional ha sido otro rasgo distintivo de la UBA, que fue receptora de ilustres visitas, entre las más recordadas las del físico alemán Albert Einstein quien colmó salones para hablar sobre su teoría de la Relatividad.
La UBA cumple este jueves 200 años. Impulsada por el gobernador de Buenos Aires Martín Rodríguez (por entonces la actual ciudad formaba parte de la Provincia) y su ministro de Gobierno, Bernardino Rivadavia, la Universidad de Buenos Aires fue inaugurada la tarde del domingo 12 de agosto de 1821, en las Manzanas de las Luces. Doscientos calendarios atrás.
Habían pasado sólo cinco años de la declaración de la Independencia: los revolucionarios de Mayo necesitaban de una universidad que formara a la nueva generación de dirigentes. Hasta entonces cualquier joven que quisiera seguir estudios superiores (en ese momento, sólo de las familias patricias) debía hacerlo en Córdoba, Santiago de Chile, Chuquisaca (Bolivia) o Lima (Perú), en otras universidades aún imbuidas aun del espíritu eclesiástico.
Lo que siguió fueron 200 años de una universidad que vivió los vaivenes de la tumultuosa vida argentina. Con notables progresos en el mundo del conocimiento, y también con enormes retrocesos, como las persecuciones y el oscurantismo de dictaduras y gobiernos autoritarios.
La UBA nació con una impronta científica y ya en sus primeras décadas empezó a destacarse por lo producido en sus laboratorios. En 1899, por ejemplo, en la Universidad de Buenos Aires se filmó por primera vez una operación. Lo hizo el doctor Alejandro Posadas, quien intervino quirúrgicamente con luz natural, aparentemente al lado de una ventana, en el Hospital de Clínicas.
En 1914, otro doctor, Luis Agote, logró la primera transfusión sanguínea y con ella nació una nueva profesión médica: el técnico en hemoterapia. El método Agote también hizo nacer los bancos de sangre. Agote nunca registró su descubrimiento.
En el plano institucional, el siglo XX llegó con la novedad del movimiento estudiantil como actor central de la escena y protagonista de la Reforma de 1918, un movimiento que incorporó a los hijos de la inmigración.
Además de bregar por la inclusión, la Reforma también redobló la apuesta por la ciencia. Introdujo valores como la libertad y periodicidad de las cátedras, concurso para profesores, autarquía y cogobierno -en 1949 se sumaría la gratuidad-, y dio impulso a una UBA definitivamente volcada a la labor científica y académica, que más tarde quedaría plasmada en los cinco premios Nobel, tres de ellos de ciencias.
Entre los hitos científicos de la época no puede dejar de mencionar la visita de Albert Einstein a la Argentina, quien arribó en la mañana del 25 de marzo de 1925. Einstein tenía por entonces 45 años y ya era un científico famoso, que estaba revolucionando no sólo la física, sino la ciencia en general.
(Clarín)