La derrota de los violentos sin violencia

Por Francisco Torroba.

 

A propósito de las declaraciones del Ministro de Defensa, Oscar Aguad, y las repercusiones que las mismas tuvieron a nivel nacional estos días, vale recordar la editorial publicada en estas páginas el 15 de Abril de 2017. Francisco Torroba, ex diputado nacional, ex intendente de Santa Rosa y diputado provincial electo, amante de la historia argentina, decía:

Hace 30 años un grupo de oficiales del ejército que se negaban a presentarse a la justicia, reivindicaban la lucha contra la subversión y que pretendían una amnistía produjo el primer levantamiento militar contra la incipiente y endeble democracia. Después vendrían Monte Caseros y Villa Martelli.
Se estaba construyendo desde los escombros, los cimientos de una nueva democracia.
Los decretos 157/83 y 158/83 ordenaron el enjuiciamiento de las cúpulas guerrilleras y militares.
Se había producido el Juicio a las Juntas y la Argentina , única democracia de la región, daba una lección al mundo. Al Nunca Más de la CoNaDep y de Strassera, Martín Anderson corresponsal del Washington Post, agregó “nunca antes un gobierno surgido democráticamente ponía fin a la impunidad”.
El radicalismo cumplía con lo que había prometido en la campaña, juzgar los tres niveles de responsabilidad.
El otro candidato –del peronismo- Italo Luder aceptaba la ley de autoanmistía dictada por los militares para cubrir su retirada. Esta se concretaría durante el gobierno de Menem que indultó a 220 militares y 70 civiles, entre ellos las cúpulas militares y guerrilleras.
“La casa está en orden”, frase tomada en forma incompleta y desmerecida con posterioridad fue la expresión de un presidente, que acompañado por su pueblo que lo había legitimado, derrotó a los violentos sin violencia.
“La casa está en orden y no hay sangre en la Argentina” marca el valor a la vida que le dispensaba el doctor Raúl Alfonsín, quien militó en la Asamblea Permanente de los Derechos Humanos en épocas de la dictadura. Sabía que la democracia no se podía construir sobre una claudicación moral ignorando y ocultando el pasado de la tragedia argentina, ni sobre la base del derramamiento de sangre entre hermanos, de ahí la orden impartida al general Alais de no reprimir y la decisión personal de ir a Campo de Mayo a pedir la rendición de Aldo Rico y los amotinados.
Semana Santa fue el triunfo del pueblo argentino, protagonista y forjador de su destino hacia la democracia y la de un presidente valiente, de profundas convicciones democráticas, defensor de la vida y constructor de la paz.