Encuentro Nacional de Mujeres: "Un Caldero de Poder"

Las mujeres nos reunimos en el 31º Encuentro Nacional en Rosario. Y no se trata de una vez más, porque nada es igual para ninguna cada vez que se participa de un cónclave de esta magnitud. Habían transcurrido pocos años de la recuperación de la democracia, cuando en 1986 las mujeres, muchas de ellas feministas, se reunieron en el primer encuentro en el centro cultural San Martín de Buenos Aires para plantear los temas de la agenda de los derechos de las mujeres.


De aquellos reclamos de la patria potestad, que sólo los varones tenían sobre las madres respecto de las cuestiones legales de sus hijos e hijas, el cupo femenino para romper con la hegemonía en las listas para cargos electivos expectables hasta hoy nos hemos multiplicado por miles. Y la cifra acá no es el dato duro, ni menor. Más de 70 mil mujeres, no es meramente un número, sino son las historias, ese río de mujeres que iba y venía,por las calles de Rosario, con su alegría, con su palabra, sus pertenencias culturales, sus colores, sus figuras, con sus militancias partidarias, sociales, con sus sexualidades, jóvenes, adultas, toda la diversidad allí conjugada en un gran caldero.
El Encuentro es una llama encendida donde se cuecen cada año lo que consideramos importante para nosotras, aquello que se pretende modificar para hacernos del lugar que deseamos y, que históricamente se nos ha negado. A tal punto, se nos niega que la invisibilización en medios masivos y otros pequeños de fuerte hegemonía androcéntrica no nos elige para sus fotos y coberturas de portada principal. Sin embargo, el caldero crece, se consolida como un potente y permanente acto político. El más transversal de todos, el más federal de todos, el más democrático y único de todos.
Los debates se multiplican, las voces se amplifican para dar cuenta de las desigualdades, de las deudas que tiene la democracia con las mujeres. De la falta de paridad y las discriminaciones (varias) para acceder a nuestros derechos.
Las muertes de mujeres por aborto clandestino, las violentadas del sistema prostituyente amparado por el Estado, las víctimas de todas las violencias, la más extrema, el femicidio, las discriminadas por su identidad autopercibida, las que la pobreza se adueña de sus posibilidades de ser, son acaso las heridas que el patriarcado provoca al colectivo femenino. Sin, embargo, esas heridas son al mismo tiempo la llama sostenida para el reclamo y la configuración de estrategias propias.
Así, desde ese caldero hoy se reclama por paridad. Desde ese caldero se alzó fuerte la voz en el discurso de apertura de la Comisión Organizadora para denunciar el impacto que tiene el ajuste sobre las mujeres y reclamar las políticas públicas que nos faltan.

Es evidente que el poder gestado desde los ENM es vivido implícitamente como una amenaza al patriarcado, que se cuela en la sociedad en múltiples manifestaciones. Setenta mil o más no pasan desapercibidas, mucho menos la forma en la que se elige decidir; la democracia en la circulación de la palabra y, en consecuencia, la ruptura del patrón hegemónico androcéntrico en la forma de decisión exacerba, aún aquellas organizaciones que se autodenominan revolucionarias y anti muchas cosas. No obstante, la intolerancia a la decisión colectiva feminista de decidir cómo y dónde fue una expresión de esa intolerancia patriarcal que se reniega a respetar que en los Encuentros no se vota, como en las democracias burguesas, que el poder construido y por construir tiene otras modalidades. Por ello, fue la aclamación sin fronteras partidarias la que decidió que Chaco nos espera en el 2017.

Ninguna volvió igual a sus lugares. Algo de lo compartido en este caldero transforma y reproduce nuevas voces, que alimenta nuestro poder ser.

Por Mónica Molina

PH: Carolina Balderrama